El nuevo álbum Piedra Azul de Camila y Silvio fue presentado en vivo en un repleto teatro principal de Matucana 100. El público recibió con constante entusiasmo las canciones del dúo que hacen pensar en nuestra relación con la naturaleza. Con invitados de distintos géneros musicales dieron cuenta de la amplitud que puede alcanzar su propuesta.
Se apagan las luces y solo una luz enfoca al Abuelo Kirkiri que abre el concierto. Interpreta sus canciones en castellano y en aymara con bajo eléctrico, con distintos ritmos: a veces más rasgueado, otras con arpegios muy cuidados o percusivos, entre el festejo y la melancolía.
Camila y Silvio comienzan su show, ella con el bombo y él con un ronroco -tipo de charango de las zonas andinas- para tocar “Cerrito nevado” de ritmo andino y de ánimo optimista a lo que el público responde de inmediato con entusiasmo. Para saludar el vocalista dice que “este disco, de cierta forma, es una manifestación de todo lo que sentimos y pensamos”. “Piedra azul son todas las formas del agua”, sigue Camila, para introducir la canción “Neblina”. Él puntea la guitarra con sensibilidad y carácter y juntos hacen perfectas armonías vocales. El dúo siempre encuentra la forma de que las canciones fluyan hacia melodías animadas.
Avanza el concierto y Camila anuncia la canción “Malalculra” dedicada a la joven cantautora Javiera Barreau quién falleció el 2020. Es la canción más profunda y solemne hasta el momento y la más compleja en términos musicales, con bajo, guitarra, zampoña con el bombo como si estuviera latiendo.
“‘Desierto’ habla de la falta de agua”, dice Camila. “Que exista el cuidado del agua para que no nos haga falta”. Algo para recordar la sequía justo en un fin de semana entre lluvias en Chile, porque la memoria es frágil. Durante la canción sus sombras se proyectan en las paredes de madera del teatro. Él hace un punteo sutil en su guitarra para que la voz de ella brille.
Sin previo anuncio, y haciendo un quiebre musical imprevisto, el grupo folclórico Santiago Marka ingresa tocando desde el público, vestidos todos con un poncho rojo. Los de adelante sujetan sus “Huancaras” (especie de bombo) y el resto -que son la mayoría- vienen con sus “Sikus” (instrumento ancestral del folklore andino similar a una zampoña), instalándose finalmente en la parte de atrás del escenario para interpretar “Noche azul”.
Otro punto alto es con el Cuarteto Austral, ya que con la inclusión de instrumentos de cuerda -violoncelo, 2 violines y una viola- dan cuenta de la amplitud musical de la que es capaz el dúo. Llega a distintos estados sin problemas, sea alegría o tristeza. A pesar de esta elasticidad, la propuesta de Camila y Silvio resulta coherente, porque además el dramatismo de sus voces y la temática de las canciones en torno al cuidado del agua dan un hilo conductor y cohesión.
Luego de la pasada de los invitados, vuelven con las canciones más crudas, “me encomiendo a los dolores que me van acompañando”, canta Camila en “Chacarera de los dolores” de su disco En el borde de la noche (2019). Siempre en alguna parte de sus interpretaciones se escuchan palmas animadas del público siguiendo el compás de la música. Ya ha pasado más de una hora y empiezan a anunciar el fin del concierto “las despedidas son largas”, advierten a modo de consuelo, porque aún queda repertorio para celebrar.
Gracias a su grupo de apoyo la música logra un carácter de festejo en que se ve que los asistentes bailan incluso sentados. Nadie se ha atrevido a pararse de su asiento. Pero eso ya ocurrirá. Porque Camila invita a que se paren de sus sillas con amplia sonrisa. “Vénganse a bailar adelante”. La gente baja de ambos costados y bailan en ese espacio de los primeros asientos y el escenario, y los demás, desde sus puestos, aplaudiendo al ritmo del tinkú. Camila y Silvio no se quieren ir. El público tampoco. Por eso tocan un par de canciones más para agradecer y celebrar una noche redonda, con sabor andino.
Reseña de Macarena Lavín